LOS OTROS MUNDOS

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MUNDO CON MUNDOS

domingo, 17 de noviembre de 2013

OPIO EN LAS NUBES


"Puede ser casualidad, pero en Colombia las novelas sobre géneros musicales (la balada, el tango, la ranchera, el rock, la salsa); sobre figuras de la canción popular (Celia Cruz) y sobre o carnavalesco (el baile, las fiestas, la vida nocturna) han resultado especialmente afortunadas en materia de premios y concursos. Manuel Mejía Vallejo, por ejemplo, se ganó en 1973 el premio Vivencias con Aire de tango; en 1979 Umberto Valverde obtuvo el primer puesto de la Bienal de Novela Colombiana con Celia Cruz Reina Rumbo. En 1980 Magil obtuvo el Plaza y Janés con Conciertos del desconcierto, y en 1983 David Sánchez Juliao ganó el mismo certamen con su novela Pero sigo siendo el rey. A esa larga lista podemos añadir Opio en las nubes, de Rafael Chaparro Madiedo, Premio Nacional de Novela en 1992. 


Puede ser casualidad. Sin embargo, en el género hay un factor que a veces confunde al jurado y lo decide por obras cuya modernidad es ilusoria. Me refiero a la identificación espontánea entre la música en boga y la vanguardia ideológica o entre la cultura popular y el rescate de las tradiciones locales (algunos las llamarían "identidad nacional"). Si un autor habla sobre rock se deduce de inmediato que su narrativa es moderna; no sólo porque el rock es un género que utiliza una gigantesca parafernalia tecnológica y les fascina a los jóvenes, sino también porque, a diferencia de las demás tradiciones de música popular, está en todos los rincones del planeta, y no sólo en aquellos donde el capitalismo les suele cobrar su peaje a todas las artes. Si, por el contrario, el autor habla no de ritmos foráneos sino de aires vernáculos, se piensa que su narrativa es autóctona (y por lo tanto contribuye a forjar un sentido de lo propio y a rechazar las penetraciones culturales extranjeras). En ambos casos se trata de legitimar un género acudiendo a un proyecto relacionado indirecta o ancilarmente con las obras. Tal vez por eso muchísimas novelas sobre música popular o sobre figuras legendarias de la canción envejecen con abrumadora facilidad; unos años después, se leen con el mismo azoro que produce oír en programas especializados un repaso de los hits bailables en junio y diciembre. 


Opio en las nubes responde de una forma oblicua al primer punto. No es tanto una novela sobre el rock como sobre los efectos que ha ocasionado en la cultura moderna. Esta frase es un poco ambigua, por lo que me gustaría precisarla. Seria una injusticia reducir ese vasto fenómeno del rock a una sola cosa; sin embargo, uno podría decir que en cuanto ideología el rock ha producido unos tipos sociales específicos, una estética e incluso una ética particulares. Es una imagen definida, que se advierte en el unisexualismo, el lenguaje, los hábitos alimentarios, los gadgets, los obtactos, las drogas, la postermanía, el artesanado o las doctrinas del amor libre y el Turn on-Tune in-Drop Out (Conéctate­Sintoniza-Abandona). La novela de Chaparro sintetiza todo ese conjunto; hubiera sido imposible escribirla sin las canciones de Jimi Hendrix, The Cure, Bob Marley, los Rolling Stones, U2, etc.; sin el hippismo, Woodstock, los fanzines, la psicodelia, el amor libre y de nuevo un largo etcétera. Chaparro cita fragmentos de canciones (Wíld Thing, de Jimi Hendrix -aunque podría ser la versión de John Bon Jovi); emplea muletillas lingüísticas del Flower Power criollo (trip, pero qué cosa tan seria, así no se puede), adjetiva y titula con espíritu vanguardista (los capítulos se llaman "Ambulancia con whisky", "DC-3 Espinacas de Mayo", "Los días olían a diesel con durazno") o acude a un tipo de percepción que podríamos llamar "alucinógena". En efecto, los principales recursos de la novela son la construcción de los párrafos con base en un formato de balada y la mezcla psicodélica de los datos sensoriales.


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